El quejigo es un árbol endémico de la Península Ibérica y Norte de África. Su nombre científico Quercus faginea, procede de Quercus nombre latino de la encina y faginea, del latín fagineus en alusión al parecido al haya.

Se trata de un árbol de crecimiento lento propio del monte mediterráneo peninsular que puede alcanzar hasta los 20 metros de altura. Requiere de climas húmedos llegando a soportar cierto grado de sequía.
Tiene la corteza grisáceo-parduzca, muy rugosa, con grietas superficiales.
Sus hojas son marcescentes, lo que significa que  permanecen secas en las ramas hasta que al año siguiente el brote de las hojas nuevas las hace caer. Son coriáceas, de ovadas a elípticas, con el borde dentado o lobulados al igual que todas las especies del género Quercus.
El haz de las hojas es de color verde lustroso, y el envés con tomento grisáceo, amarillento o blanquecino.
El fruto es una bellota de pequeño tamaño de maduración anual. Tanto el fruto como las hojas son aprovechados en el medio natural como alimento para el ganado.

Su madera ha sido utilizada como leña para combustible, así como la elaboración de carbón vegetal así como para la fabricación de elementos de construcción como traviesas y vigas.