Alameda Clara Campoamor y Hermanas Carvia Bernal

Es por su enorme belleza, uno de los mejores paseos de la Ciudad de Cádiz

Conserva su imagen de Jardín Botánico de estilo romántico del siglo XIX

La Alameda Clara Campoamor y Hermanas Carvia Bernal es un conjunto armónico ajardinado de estilo Salón Isabelino con árboles ornamentales, monumentales y baranda que da al mar. Es por su enorme belleza uno de los mejores paseos de la Ciudad de Cádiz. Conocida como el Balcón americano de la Bahía de Cádiz

Fue declarado por la Junta de Andalucía como Bien de Interés Cultural (BOJA 19/3/2004) y se encuentra incluido en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía.

Plano de la Alameda

La Alameda Clara Campoamor y Hermanas Carvia Bernal es un conjunto armónico ajardinado de estilo romántico, con disposición del tipo salón Isabelino y baranda que da al mar. Se erige por su enorme belleza en uno de los mejores paseos de la Ciudad de Cádiz.

Fue declarado por la Junta de Andalucía como Bien de Interés Cultural (BOJA 19/3/2004) y se encuentra incluido en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía. Conserva su imagen de Jardín Botánico de estilo romántico del siglo XIX.

Se trata de un paseo ajardinado que limita al sur con el centro histórico de la ciudad y presenta una orientación de este a oeste. Desde este paseo se puede contemplar la bahía gaditana y se divisan ciudades vecinas de la bahía como El Puerto de Santa María y Rota.

La Alameda Clara Campoamor se encuentra situada entre dos construcciones significativas como son el Baluarte de la Candelaria, frente a la Iglesia del Carmen, el cual formaba parte del frente marítimo de la bahía que protegía la entrada al puerto y las murallas de San Carlos, hacia la calle Fermín Salvochea y Ustáriz. Estas murallas fueron construidas a finales del siglo XVIII y su finalidad era la de actuar como defensa del frente noroeste de la ciudad.

El lado este del paseo recibió su nombre de Alameda Apodaca en 1856, en honor del almirante gaditano Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza, mientras que el lado oeste se denomina del Marqués de Comillas por Claudio López Bru, segundo Marqués de Comillas.

El diseño presenta un trazado lineal ligeramente quebrado en su planta, marcado por el estilo regionalista imperante a principios del siglo XX, plasmado por el arquitecto Juan Talavera, con la utilización de cerámica vidriada sevillana y la forja de hierro en bancos y farolas, como rasgos característicos. Destacan por su belleza las fuentes tanto la que se encuentra en el lado del Baluarte al lado del enorme Ficus, como las del interior del jardín construido con cerámica de Triana.

El espacio está constituido por una serie de parterres de distintas formas que van delimitando plazoletas que se distribuyen con una cierta simetría respecto a lo que se podría considerar el centro del recinto, una placita ocupada por un gran monumento al Marqués de Comillas, fundador de la Compañía Trasatlántica, bajo la cual existió durante un tiempo una biblioteca.

De esta pequeña plaza, parten a la derecha e izquierda sendos paseos cubiertos con pérgolas, que desembocan en amplias plazas rectangulares, de las que, a su vez, sale un pasillo que conduce a otras octogonales. Por último, en los extremos de la Alameda las plazoletas son ovaladas.

Una de las curiosidades que tiene este espacio son las populares garitas que cuelgan de la balaustrada, llamadas escaragüaitas. Porque en realidad las garitas se sitúan sobre el terreno y no al aire como les pasa a las de la Alameda.

La frondosa vegetación presente constituye uno de los caracteres esenciales de la Alameda.

La zona colindante entre el paseo y la calzada avenida se haya plantada con árboles de hoja caduca, fundamentalmente plátanos de sombra, mientras que la zona próxima al mar se encuentran las especies más llamativas, entre las que destacan varios árboles ornamentales y monumentales:

Dos magníficos ejemplares de Ficus macrophylla, plantados a principios del siglo XX y procedentes de Australia, dos ejemplares de Laurel de Indias de unos 75 años de edad, dos dragos de 35 años, dos de ombús, de más de 40 años, un palmito chino de 80 años.

En la parte central podemos divisar varios ejemplares  de araucaria de gran porte y conjuntos de palmeras californiana, datilera y mejicana de edad cercanas a los 100 años.

Los parterres están delimitados con setos de distintas especies como thuja, pitosporo, aligustre o transparente. Es uno de los jardines históricos de Cádiz.

Una de las glorietas que conforman el jardín recibe el nombre de “Glorieta Carlos Edmundo de Ory”, en honor al poeta nacido en Cádiz. Allí encontramos una escultura del escritor, así como un pedestal con su nombre situado en el centro de la misma.

En el extremo oeste del Parque, nos encontramos con una fuente compuesta principalmente por azulejos policromados de colores vivos y en las dos plazas octogonales que existen en la Alameda están adornadas por dos fuentes bajas de formas geométricas con azulejos.

La Alameda  Clara Campoamor contiene, además, un gran número de bustos en honor a distintos personajes influyentes, principalmente latinoamericanos, que comenzaron a instalarse a partir de los años 80. Debido a estas esculturas y las especies americanas que allí se encuentran es conocida como el Balcón americano de la Bahía de Cádiz, un balcón al océano atlántico.

Así, encontramos el dedicado al poeta nicaragüense Rubén Darío, al Gran Almirante del Perú y héroe nacional, Don Miguel Grau Seminario, al político y poeta cubano, creador del Partido Revolucionario y organizador de la Guerra del 95 contra el ejército colonial español, José Martí, al político y libertador dominicano Juan Pablo Duarte, al general chileno José Miguel Carrera, al ilustre marino puertorriqueño y Diputado de las Cortes de Cádiz de 1812 Ramón Power y Giralt,  al también político y militar Juan Pablo Duarte, considerado uno de los Padres Fundadores de la República Dominicana, a José Rizal, héroe nacional filipino o a Francisco Prieto, pintor gaditano.

Plano de la Alameda

La Alameda tiene su origen en una plantación del siglo XVII de álamos y parras sobre los terrenos de la antigua Caletilla de Rota, vinculada a las fuentes del Campo de la Jara. El primer paseo, más amplio que el actual, se creó en 1617. Entre 1750 y 1754 se construyó un paseo formado por tres calles, divididas por hileras de árboles.

Durante el siglo XVIII y sobre todo, a partir de 1788, va experimentando mejoras que convierten el lugar en el paseo preferido de la burguesía gaditana durante los meses veraniegos por su frescor.

A mediados del S. XIX, ya en la época isabelina, el paseo fue convertido en jardín según el gusto de la época, con escalinatas y asientos de mármol, verjas de hierro, además de glorietas circulares que constituían miradores al mar. El proyecto fue llevado a cabo por los arquitectos Manuel Bayo y Juan de la Vega. La Alameda entonces se dividía en dos salones y en medio una calle que conservaba la anchura de la calle principal de la antigua Alameda. Así, se constituía por:

  • Un “Salón Bajo” limitado por asientos de mármol y respaldos de hierro y dos hileras de árboles que le daban forma a las tres calles del paseo. A continuación se situaban dos jardines, con portadas hechas con pilares de piedra y entre estos jardines quedaba una calle central orientada al paseo. El pavimento estaba compuesto por arena.
  • El siguiente salón, conocido como el “Salón Alto” o “Salón de Cristina” , llamado así en referencia a la Reina, con forma de paralelogramo, fue dividido en cuatro semicírculos salientes que fueron convertidos en miradores hacía la bahía gaditana. Este salón disponía de cuatro jardines muy pequeños colocados entre los semicírculos.

En 1843, se reforma de nuevo el Salón Cristina, dotándolo con cuatro entradas y estatuas sobre pedestales, con un diseño similar a las Alamedas de Sevilla y Málaga.

A final del XIX, entre 1893 y 1895, la Alameda es nuevamente renovada, con un diseño inglés más paisajístico, que elimina las verjas existentes e instala una pajarera junto a la muralla.

En 1929, el arquitecto de estilo regionalista Juan Talavera y Heredia, que también actuó sobre los Jardines de Murillo en Sevilla, remodela definitivamente los jardines, dándole su aspecto actual de jardín de estilo sevillano, siguiendo los cánones impuestos por la Exposición Iberoamericana de Sevilla del 29, con fuentes, farolas, mobiliario de hierro forjado y cerámica trianera.

El 17 de junio de 1856 este jardín recibe el nombre, “Alameda de Apodaca”, en memoria de D. Juan Ruiz de Apodaca y Eliza, almirante de la armada que consiguió la concesión del puerto franco a Cádiz. Sin duda no son pocos los méritos de este gaditano. Nacido en 1754, en la calle que hoy es Fermín Salvochea, ingresa con solo trece años en la Academia de Guardia Marinas, embarcando en el San Lorenzo y tomando parte en un combate contra los argelinos. Tras ocupar numerosos destinos y mandar varios buques, Apodaca fue nombrado comandante general de la Carraca, encargándose del rescate y reparación de los buques que sobrevivieron al combate de Trafalgar.

En 1807 asumió el mando de la escuadra y al año siguiente, al comenzar la guerra de la Independencia, consiguió la rendición de la flota francesa que estaba en Cádiz a las órdenes del almirante Rosilly. Ascendido a teniente general, Apodaca fue nombrado embajador en Londres y posteriormente Capitán General de Cuba.

En enero de 1816 fue nombrado Virrey de Nueva España, territorio alzado en armas contra España. Apodaca consiguió dominar la revolución derrotando a las tropas del rebelde Mina en una hacienda mejicana denominada del Venadito.

Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza.
Retrato del Museo Naval de Madrid.

En premio a su victoria, el Rey le concedió el título de Conde del Venadito. A su regreso de América, Ruiz de Apodaca fue nombrado Virrey de Navarra y, más tarde, Capitán General de la Armada. Intervino decisivamente en las gestiones para conseguir que a Cádiz se le concediera el Puerto Franco.

El Conde de Venadito falleció en Madrid el 11 de enero de 1835. Isabel II expidió un Real Decreto ordenando que la Marina de Guerra contase siempre con un buque que llevara el nombre de Conde del Venadito.

Casi veinte años después de su muerte, cuando a mediados del siglo XIX se arreglaron los jardines situados sobre la muralla, el Ayuntamiento de Cádiz decide darle a la parte este del paseo y a los jardines situados sobre la muralla, el nombre del popular almirante. Años más tarde, el homenaje a Apodaca se completa con una lápida en la puerta de su casa.

Entre los elementos escultóricos que posee el paseo, cabe destacar en uno de sus salones el monumento al Marqués de Comillas.

Este conjunto, de gran teatralidad, es obra del escultor barcelonés Antonio Parera y Saurina, al cuál se deben, asimismo, los monumentos al Sitio de Gerona, en Gerona y al Mariscal Sucre, en Venezuela. Todo comenzaría por una petición popular y después de un intenso periodo de recaudación popular, donde participarían los ciudadanos y un nutrido grupo de personalidades gaditanas de la época,  el monumento sería inaugurado el Día de la Hispanidad de 1922.

Don Claudio López, Marqués de Comillas, era un naviero muy relacionado con la vida marítima de la ciudad y propietario de la Compañía Trasatlántica, la naviera más importante que ha tenido nuestro país en toda su historia. Esto último es, precisamente, lo que une al Marqués de Comillas con nuestra ciudad. Era un personaje singular, empresario, beato y gran filántropo, aunque no era gaditano, toda su vida estuvo muy vinculada a la ciudad de Cádiz, donde realizaría la mayor parte de sus negocios marítimos ya que, siendo el puerto de Cádiz el más relevante de la España de finales del XIX y principios del XX, todo naviero relacionado con Las Indias, origen de la fortuna de la familia, pasaba grandes temporadas en un Cádiz cosmopolita, misceláneo y pionero. Tanto su familia como él mismo, fueron los promotores de la factoría de Matagorda. Como agradecimiento al hecho de haber puesto toda la flota de su Compañía Transatlántica al servicio de España durante los conflictos bélicos de la época, se le dedicó a la familia el nombre de una calle de la Ciudad.

Las primeras pensiones de orfandad, viudedad y accidentes laborales, base de nuestro actual sistema de la Seguridad Social, se dieron en sus empresas gracias a su generosidad para con los demás.

Claudio López Bru. II Marqués de Comillas.

Este monumento, tallado en azulada piedra de Murcia, está colocado sobre una amplia base de oscuro mármol de Figueras, que imagina, muy lejanamente un barco de vela, destacando en sus costados los mascarones de popa y proa, ambos simétricos. Al frontal, en su planicie, un león abraza al cóndor, simbolizando la unión entre España y América.

En el mismo sitio y con idéntico significado, hay un grupo antropomórfico formado por dos hermosas mujeres, una con el gorro frigio que simboliza la libertad y otra con los atributos de la realeza. Debajo de las estatuas, cincelada en la propia piedra, se lee la frase que refleja el objeto de tal monumento:

HOMENAJE AL CONSTANTE PROPAGANDISTA DE LA UNIÓN HISPANOAMERICANA

También destacan los distintos medallones y escudos en bronce donde podemos ver a Cervantes incluido en el monumento por ser “el hombre que más contribuyó, con su palabra, a la formación de la raza iberoamericana“; Cristóbal Colónla persona que unió ambos continente por ser la persona que la “descubrió” oficialmente”.

En los laterales encontramos dos relieves que representan al vapor Cantabria, el primer barco privado a vapor que hizo el recorrido entre Cádiz y América, y en el otro lado un relieve de la nave Marigalante, que fue la nave en la que Colón hizo su segundo viaje a América y que partió del puerto de Cádiz en 1493.

En la parte superior se sitúan los 4 escudos que representan a Cádiz, España, la casa del Marqués de Comillas, la Academia Hispanoamericana, así como el busto de Claudio López Brú, el segundo Marqués de Comillas, esculpido en mármol de carrara, con una inscripción que dice:

AL EXCMO. SR. DON. CLAUDIO LÓPEZ BRU, MARQUES DE COMILLAS. 1922.

Por último, la obra esta coronada con una representación alada y majestuosa del Genio del Cristianismo, una figura femenina con varios detalles simbólico y culturales que sostiene, en una mano una cruz con una rama de olivo, símbolo de la paz y el cristianismo, mientras en la otra mano sostiene las tablas con los diez mandamientos de Moisés. Toda esta simbología religiosa se debería al carácter y las creencias del Segundo Marques de Comillas, una persona profundamente católica.

Debajo de todo el conjunto escultórico se construyó una pequeña cripta que albergaba una pequeña biblioteca pública, a la que se podía acceder por una pequeña escalera descendente, dedicada a temas marinos, libros hispanoamericanos y otros libros proporcionados por la Compañía Transatlántica así como por el Ayuntamiento de Cádiz y la Academia Hispano Americana, que en la actualidad permanece cerrada.

La misión de dicha biblioteca era, no solo que los gaditanos admiraran el monumento, sino que pudieran leer al aire libre y se instruyeran en temas marinos y de la relación de España con América Latina.

Según cuentan las diversas crónicas, la biblioteca no estuvo seguramente abierta hasta pasado unos años, puesto que, a la falta de fondos públicos se unió una serie de disputas políticas en la presidencia de la Academia Hispano Americana.

Sin embargo, durante todo este periodo se estuvo dotando a la biblioteca de nuevos ejemplares como una colección de libros, con cerca de 100 ejemplares, de la obra sobre Álvaro Nuñez y Cabeza de Vaca así como una serie de folletos de “providencialismo místico” inicialmente adquirido para la Feria del Libro de ese año pero que, según parece, fueron trasladados supuestamente a la Biblioteca de Comillas. En febrero de 1923 el Ministerio de Cultura retiró los fondos que iban a ser destinado a la biblioteca.

La biblioteca tuvo bastante éxito, sobre todo, en los veranos donde los gaditanos más ilustrados así como muchos profesores con sus alumnos, disfrutaban del sol y el viento marino mientras leían un libro tanto en el exterior como en el interior del monumento de Comillas.

Posteriormente, la amenaza de cierre de las oficinas de la Transatlántica en Cádiz, puso en riesgo la permanencia de la misma pero, aun así, la biblioteca permanecería abierta hasta mediado de 1931, puesto que durante la Segunda República, se incidió en el aprendizaje de la población, con un nivel de analfabetismo del 27% y en la creación de estas bibliotecas populares fomentada por los distintos alcaldes republicanos, bien aplicada por el alcalde gaditano, Manuel de la Pinta. Aunque no se sabe con exactitud cuándo dejaron de mantener estas bibliotecas al aire libre, que obligarían a su cierre, posiblemente sería durante los disturbios ocurridos en la Segunda República, cuando en Cádiz y en varios pueblos de la provincia, muchas iglesias y conventos arderían en llamas. La Guerra Civil pondría supuestamente punto y final a esta biblioteca.

Una curiosidad a comentar, es el origen de los ficus de la Alameda Clara Campoamor . En 1909, dos monjas misioneras viajaban en barco procedentes desde la India y entre su equipaje se encuentran cuatro pequeños ejemplares de Ficus macrophylla o higuera australiana, que portaban en barricas de madera. Su destino es el norte de España, no se sabe concretamente qué lugar. Una de las monjas enferma gravemente durante el viaje y al llegar a Cádiz deciden desembarcar para acudir cuanto antes a un hospital.

La misionera finalmente, fallece y tras el fatal desenlace, se decide plantar los cuatro pequeños ejemplares en la ciudad: dos frente al hoy desaparecido Hospital de Mora, donde falleció la misionera, reconvertido en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales y los dos restantes en la Alameda Clara Campoamor .

Plano de la Alameda

Agave americana

Acer negundo

Aloe arborescens

Annona cherimola

Araucaria heterophyla

Bougainvillea glabra

Campsisi x tagliabuana

Casuarina equisetifolia

Cedrus deodara

Citrus aurantium

Coprosma baueri

Crassula arborescens

Cupressus glabra

Cupressus sempervirens

Datura arbórea

Ficus macrophylla

Ficus rubiginosa

Grevillea robusta

Hedera hélix

Hibiscus rosa-sinensis

Jacaranda mimosifolia

Lantana cámara

Ligustrum japonicum

Ligustrum lucidum

Myopurum acumnatum

Musa x sapientum

Nerium oleander

Olea europea

Phoenix canariensis

Phoenix dactylifera

Pittosporum tobira

Platanus x hybrida

Populus alba

Prunus pérsica

Robinia pseudoacacia

Ruscus

Sambucus nigra

Strelitzia alba

Tecomaria capensis

Trachycarpus fortunei

Thuja orientales

Ulmus pumila

Yucca elephantipes

Washingtonia filifera

Washingtonia robusta

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