La Organización Mundial de la Salud considera que los espacios verdes urbanos son imprescindibles por los beneficios que aportan en el bienestar físico y emocional de las personas.
Son innumerables los estudios que son concluyentes en la conveniencia de tener árboles y espacios verdes cerca del hogar, espacios naturales en los que poder hacer ejercicio, dar un paseo o simplemente sentarse para leer, conversar o hacer cualquier otra actividad, ya que son tan necesarios para la salud, física y emocional, como el agua potable, los hospitales y otros servicios públicos.
Su existencia en la ciudad resulta clave en la contribución de la mejora en la salud de la población. Actúan como pulmones que renuevan el aire polucionado, al tiempo que relajan y suponen una evasión necesaria para olvidar el hormigón, los coches y el ruido, contribuyendo a que tengamos una mayor calidad de vida.
Las zonas verdes y el arbolado urbano de la ciudad regulan la temperatura, la humedad, producen oxígeno, filtran la radiación, absorben sustancias contaminantes, absorben el CO2, principal gas que contribuye al calentamiento global del planeta, amortiguan los ruidos, embellecen la ciudad, reducen estrés, además de constituir lugares de esparcimiento, recreo, ocio y paseo.
El arbolado urbano permite mantener en el interior de las ciudades, una cierta proporción de elementos naturales, indispensables para el equilibrio psíquico de las personas, al mismo tiempo que mejoran la estética del paisaje urbano, creando un contraste de colores y de formas. Crean un espacio más confortable y amigable para el peatón, fomentando el caminar al resultar las calles más agradables.
El arbolado es, además, un indicador estacional, al mostrar sus diferentes aspectos en cada época del año. Las personas que viven en las ciudades normalmente están rodeadas de un ambiente estático, siendo los árboles los que ofrecen aspectos como el color, el olor, el sonido, todos ellos cambiantes según las estaciones, induciendo a la ciudadanía a recordar los diferentes ciclos naturales. Los árboles proporcionan a las personas sensaciones de confort, ayudando a eliminar y liberar tensiones nerviosas o emocionales, y contribuyendo al equilibrio psicológico.
Por otra parte, en la ciudad, los árboles son la estancia de una intensa actividad de aves. De hecho, el número de especies de pájaros varía en función de la diversidad arbórea del medio. Además de aves, los árboles cobijan y alimentan a una multitud de insectos y de pequeños animales que son necesarios para el buen funcionamiento de la cadena alimentaria y del ecosistema que configuran.
Además, los árboles son los responsables de numerosos efectos notablemente positivos como la protección contra la incidencia de rayos solares en días calurosos sobre pavimentos y fachadas de edificios, la reducción de temperatura, de la fuerza del viento y la regulación de la humedad relativa del aire. Además, los árboles, no sólo impiden que los rayos solares alcancen en verano los materiales pétreos de pavimentos y fachadas y, por tanto su calentamiento, sino que además enfrían y humedecen el aire debido al consumo de calor ambiental y la emisión de vapor de agua que se produce en el proceso de fotosíntesis, dando lugar a la sensación de fresco tan grata en los días fuertes de verano.
En las proximidades de los árboles los días son menos calurosos y las noches menos frías ya que ayudan a reducir las diferencias entre temperaturas nocturnas y diurnas.
Contribuyen en la mejora de la calidad del aire reduciendo la polución al eliminar CO2 del ambiente que utilizan para la fotosíntesis y eliminando los contaminantes en suspensión presentes con frecuencia en el medio urbano, a través, de su follaje, que permite filtrar el polvo y las partículas en suspensión del ambiente, que son arrastradas después al suelo por las lluvias. Las especies arbóreas sirven además de pantalla sonora a los edificios, al reflejar parte de los ruidos de la circulación de los automóviles.