Enclave Defensivo de Santibáñez
Se considera el conjunto formado por el molino de mareas de Santibáñez (llamado también, según la época y la fuente que se consulte, del Arrierillo, de La Roqueta, de Larraque o de La Merced) fortificado a principios del siglo XIX, la explanada colindante, en la que se localizaron un barracón para alojamiento de la tropa y un embarcadero, y otros edificios levantados también a principios del siglo XIX que se ubican muy cerca de este núcleo: un cuerpo de guardia y un almacén de pólvora y repuestos.
Formó parte de la Tercera Línea de las defensas establecidas durante el sitio al que fueron sometidas las ciudades de Cádiz y San Fernando (la isla de León entonces) entre febrero de 1810 y agosto de 1812 por parte de los ejércitos napoleónicos. Su posición, no sólo está especialmente protegida al encontrarse al fondo de la bahía, en el extremo opuesto y más distante de las posiciones francesas del Trocadero (y fuera de su alcance, por tanto) sino que a la vez domina la ensenada de Santibáñez, y además dispone de un pozo a escasos metros. Por todo ello, en esas fechas constituyó un magnifico apostadero para las fuerzas sutiles, que lo utilizaban como punto de avituallamiento en su discurrir diario por el interior de la Bahía hasta el apostadero de Punta Cantera. Para ello, lo fortifican y se le dota de artillería, en la explanada colindante que se acondiciona a tal efecto.
Anteriormente, su artillería participó también en el apresamiento de la escuadra del almirante francés Rosilly en junio de 1808, aunque por su lejanía sólo tendría un papel meramente disuasorio.
En 1820, en esta ocasión durante la sublevación constitucionalista contra el gobierno absolutista de Fernando VII, el molino, junto con otros enclaves de la Bahía, es nuevamente utilizado militarmente por los sublevados mediante la instalación de una batería de artillería.